Un grupo de amigos, atraído por las historias de tesoros ocultos en la isla, decidió explorar la playa de Anakena más allá de las áreas turísticas. Mientras caminaban, uno de ellos tropezó con una pequeña figura de piedra enterrada en la arena. Al desenterrarla, se dieron cuenta de que era una pequeña réplica de un moái, tallada con delicadeza. Fascinados, llevaron la figura al museo local, donde les informaron que era un artefacto antiguo posiblemente usado en ceremonias religiosas. Este hallazgo inesperado se convirtió en el tema central de su viaje, haciéndoles sentir como exploradores de una época pasada.